martes, 28 de julio de 2009

Historia A. Tepepan

Hace unos 4 años aproximadamente, en A. Tepepan, decidimos tomar la vida en nuestras manos. Cuando decimos eso, queremos decir, que vimos que había muchos problemas que resolver en nuestro barrio, y que había soledad, y que había miseria, y que todos íbamos tan en nosotros mismos que no conocíamos al otro, a nuestro vecino. Entonces dijimos bueno, si vemos esto, pues algo hay que hacer, porque no es justo que seamos tantos iguales y que haya algunos que saquen ventaja de sus posiciones, que se aprovechen. Y esas posiciones que nosotros vemos, son las del gobierno, por ejemplo, que se supone que está para resolver los problemas de la colonia, pero sólo se aparece para pintar una barda en elecciones y desaparecer, y sólo promesas, más promesas, pero nada al final pues. Vemos que no hay trabajos dignos, que los salarios son bajos, y hay que trabajar mucho, para que uno gane poco y otro gane más, y como que eso no es tan justo. Entonces dijimos bueno, así está el mundo, entonces, tal vez lo que sucede es que nosotros estamos separados, tal vez de forma contraria estas cosas no sucederían, tal vez podamos organizarnos y decidir sobre nuestras vidas, y así un día dijimos bueno, pues entonces hay que empezar a trabajar en lo más cercano que tenemos, en nuestra colonia, nuestro barrio.


Entonces la gente, la banda nos juntamos( y por banda queremos decir, no sólo jóvenes, sino personas de muchas edades y de muchos oficios) y como dicen que estamos en mundo globalizado, nos dimos cuenta que todos compartimos el mismo espacio y a la vez el mismo tiempo, y que esto de cambiarnos y de cambiar las cosas para que sean distintas y como nosotros creemos, mejores a como son hoy, no es una cuestión de edad.

Pero bueno, nos estamos desviando, deciamos que un día, empezamos en el barrio, a conocernos entre vecinos, y se nos ocurrió hacer un desayuno, un modesto desayuno comunitario, afuera del mercado, y ahí invitamos a los vecinos a ir, especialmente a niños y a personas de la tercera edad, y unos se empezaron a asomar y a otros los invitamos y así fueron llegando, como que no queriendo, como en el amor, como que sí y como que no, pero más bien al final sí y nos fuimos juntando y luego en el mercado nos echaron la mano que para preparar unas aguas, luego en algunos restaurantes nos ayudaron a cocinar, en algunas tiendas nos daban ingredientes, y así fue y ya para no hacerla tan larga, el desayuno y las señoras, y nosotros y todos, ahí seguimos cada sábado, compartiendo y riendo.

Luego, esto fue creciendo como cuando se abre un puesto de tacos y tiene una salsa muy buena y todos van diciendo que ahí se acaba de abrir un puesto de tacos con una salsa muy buena y la gente de oídas va llegando, sólo que nosotros no tenemos ni puesto, ni salsa, lo que sí es que de oídas fueron sabiendo de nosotros, porque también pusimos un cine, bueno nuestro cine es una proyector y una pantalla en una canchita de fútbol rápido, pero nosotros lo hicimos y eso nadie nos lo quita. Entonces empezamos a pasar películas en el cine y primero nos veían como locos que ponen un proyector en una cancha pero igual nos fuimos acercando y nos fueron conociendo, y de ahí, para no hacerla tan larga otra vez, salió una escuela comunitaria, y dimos talleres de herbolaria y medicina natural, es decir, medicina con plantas y hierbas curativas y acupuntura, que es cuando se ponen unos como clavos en el cuerpo, para relajarlo y para curarlo , además de los talleres de computación y de box, y demás. En fin, aprendimos que todos tenemos algo que aprender del otro y además siempre tenemos algo que enseñar. En la escuela había una asamblea, que era el lugar donde todos los que formábamos parte de la escuela decidíamos que hacer con la escuela, que nuevos talleres abrir, que material hacia falta, que objetivos tendría, es decir, no había un director en la escuela, por consecuencia no había uno que decidiera por todos, más bien como todos formábamos parte, pues todos sabíamos que era lo mejor para la escuela, y así se dieron todas las asambleas, para escuchar, hablar y decidir.

Hay que decir que de esa escuela, conocimos a una compañera que daba clases de agricultura, de huertos urbanos pues, y entonces dijimos pues vamos hacer estos talleres, pero ahora en vez de estar en la avenida principal de la colonia, nos vamos a las calles, y así nos fuimos a las calles, la 7 y a otras, la Moctezuma, la Cabalonga; el nombre no es tan importante, por eso dicen que hay que huir a tener el nombre en una calle, porque se olvida la persona y se recuerda al lugar, entonces es mejor hablar de quienes estuvimos y estamos ahí.

Se empezó el taller en una de ellas y nos dimos cuenta que era un buen método, porque nos conocimos y conocimos a más vecinos y entonces en uno de esos talleres de huertos caseros, a alguién se le ocurrió que sería una buena idea, hacer un huerto comunitario, para trabajar juntos, y compartir el esfuerzo de nuestro trabajo juntos, y de paso tener alimentos sanos y no tan caros que salieran de nuestras manos, y que hacemos el huerto, y que lo construimos, y que cosechamos y que nos sentimos felices, y que luego la plaga…y que luego algunos vecinos no íbamos a regar el huerto, y que no cumplíamos y que los jitomates no salieron bien, bueno no todo puede salir perfecto, pero de eso también se aprende, y entonces platicamos, nos pusimos de acuerdo para que estas cosas no sucedieran de nuevo y pudiéramos tener nuestros alimentos, con nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, organizados, como vecinos que quieren algo mejor y diferente en sus vidas y así nos dimos cuenta, que esto es un camino, que cuesta trabajo hacerlo, pero que vale la pena seguir recorriendo.

A veces cuando pasan cosas como esas, desesperamos, pero avanzamos y entonces no desesperamos tanto , es como cuando uno va en el metro, y el metro se para, uno sabe que el metro tiene que avanzar, y por mucho que se detenga, en algun momento tiene que caminar y llegar a algún lugar , pero uno siente que no aguanta el calor, y estar apretado entre tanta gente cansa, y más porque hay que llegar a nuestro destino y se hace tarde; y así se siente en el trabajo por acá, como que a veces hacemos paradas, pero sabemos que tenemos que avanzar, sólo que aquí, a veces hace calor, sólo que aquí también estamos entre gente, pero no nos sudamos, ni nos asfixiamos, nos echamos la mano, nos ayudamos, a veces sudamos, pero bueno, es por el trabajo, solo que aquí vamos hacia algun lugar también, pero es un lugar que no conocemos, es un lugar que construimos mientras caminamos, como si en cada estación que avanzáramos, construyeramos las vías para llegar a la siguiente, y la siguiente y la siguiente.


Y otra vez para no cansar, ya casi terminamos. En otro taller no pudimos hacer el huerto, pero pudimos intercambiar lo que cosechamos en nuestras casas. Lechugas, jitomates, rábanos. Y luego en la calle del huerto, nos dimos cuenta que muchos de esa calle no nos conocíamos bien y nos conocimos gracias al taller y al huerto comunitario, luego cuando hubo un problema en la calle, un problema que nos afectaba a todos, (la construcción de una escuela, que pensamos iba traer tráfico y problemas de agua entre otros, no porque no quisiéramos la escuela, no era eso exactamente, sólo queríamos estar seguros de que pudiéramos compartir los espacios) los que nos conocíamos del huerto, ya teníamos algo de trabajo y ya estábamos organizados, y como siempre pasa cuando hay algún problema, llegó gente de la delegación, y nos empezó a decir y nos empezó a chorear, que es lo que había que hacer y cómo se tenía que hacer; y dijimos: bueno, puede ser que este bien que se interese la delegación, pero nosotros somos los que vivimos aquí, y los que conocemos este lugar, entonces nosotros nos reunimos y decidimos que es lo que queremos y si va estar la delegación, va tener que hacer lo que nosotros les decimos, y se van a respetar esas decisiones, porque en realidad también estamos cansados de las mismas cantaletas de siempre y así les dijimos a los demás vecinos, y algunos nos apoyaron y uno dijo: tengo 13 años de vivir aquí y no conocía a los que vivimos en esta calle, entonces pensamos: vamos bien, porque ahora, nos estamos conociendo y vamos resolviendo nuestros problemas, y no es una cuestión de orgullo, es por dignidad, queremos una vida digna y feliz, en la que resolvamos nuestros problemas, y podamos equivocarnos y aprender y mejorar y en la que seamos solidarios, y en la que sepamos que no estamos solos.

Y bueno, así es que vamos, el cine sigue, los talleres siguen, los huertos siguen, el desayuno siguen, y los eventos, ah porque hacemos eventos de música, de teatro, conferencias, pláticas de todo un poco, para aprender más sobre lo que nos rodea, y sobre lo que somos. Todo eso es lo que hacemos y lo que somos.

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Dicen que los puentes unen, pero hay de puentes a puentes: están los puentes del segundo piso, están los puentes peatonales, y están los túneles, que son como puentes alrevés.

En los puentes del segundo piso, uno llega rápido a su destino, sólo que va muy arriba y va muy rápido. Nos explicamos: tan arriba y tan rápido no se puede ver mucho, tan lejos y tan apresuradamente, se puede ver muy poco.

En los túneles, bueno, son oscuros, no se ve nada y uno pasa muy abajo, y no está tan bien estar debajo de algo.

En los puentes peatonales uno pasa junto a más personas, y camina, entonces da más tiempo de ver hacia a los lados, de ver el paisaje, hacia arriba y hacia abajo. Aunque uno pasa al lado, sigue estando arriba, no tan arriba como el segundo piso, pero seguramente algo se escapa de nuestra vista hacia abajo.

Todos los puentes comparten una cosa, sirven para evitar algo, el segundo piso y el túnel para evitar el tráfico, el puente peatonal para evitar morir atropellado.

¿Y si hubiera un puente, al que no tuvieramos que subir, el que caminaríamos, hombro a hombro, a paso lento, para poder ver y vernos, que evitaríamos?

De A. Tepepan para todos los constructores de esta ciudad.

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