
Días después el taller continuó y la relación entre los que asistían creció. La idea de un huerto comunitario tomó forma lentamente.
La construcción de un primer cajón para cosechar lechugas se puso en marcha.





Terminados los cajones, lo siguiente fue la construcción del invernadero para jitomates.

Mientras sigue el trabajo colectivo, tomamos tiempo para aprender y ver documentales sobre los alimentos transgénicos y las empresas multinacionales que los producen.

Ha sido un año de altibajos, pero vamos por buen camino. Lo que sigue es asegurar una canasta básica de hortalizas por casa y continuar con el huerto comunitario, hasta tener un tianguis de alimentos sanos y a precio justo, dentro de nuestra colonia.
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