domingo, 23 de marzo de 2008

El Zar de la Basura

El Zar de la basura. Caciquismo en la Ciudad de México

Por: Héctor Castillo Berthier

LA PERSPECTIVA DEL PROBLEMA.

El presente artículo presenta algunos de los datos más sobresalientes encontrados en la primera investigación integral que se hizo sobre la basura de la Ciudad de México. En el momento de su realización (1977-1980) y con la realidad descrita en el libro “La Sociedad de la Basura: caciquismo en la ciudad de México” (IISUNAM, 1983; 1990 2ª. Ed.) se facilitó el descubrimiento, al público en general, de una de las más ruines y miserables experiencias de caciquismo en el ámbito urbano: la historia del llamado “Zar de la Basura”.

De entrada, el trabajo ofrecía un reto colosal para el investigador ya que, ni la basura era considerada entonces como un “problema social”, como tampoco lo era desde el punto de vista ambiental, de salud, de la contaminación visual ni mucho menos como reflejo de una compleja e intrincada red de relaciones políticas y económicas que, por lo mismo, se encargaban de mantenerlo oculto y con la mayor discreción posible. Por otra parte, las estadísticas y reportes oficiales al respecto tenían apenas unos cuantos datos muy sesgados, generales y sin la posibilidad de acceder a la información de los usos y costumbres que permeaban vertical y horizontalmente el mundo de los desechos urbanos.

De ahí que la primera propuesta metodológica para la realización del estudio fuera la Investigación Participante, que demandó mi incursión directa como trabajador barrendero del Servicio de Limpia, empleo que cumplí durante dos meses para que, una vez hechos las amistades y contactos necesarios, pudiera “subir de nivel” como “machetero” de un camión recolector. Desde esta perspectiva, la ciudad se veía distinta y llena de rincones oscuros que normalmente pasan desapercibidos para la mayoría de la población. Ahí descubrí el mundo de “las fincas” (negocios y empresas que arreglan sus pagos informales con los choferes), de los voluntarios, de las redes familiares y, por supuesto, de los distintos tipos de desechos y del nuevo valor que adquirían los desperdicios conforme se aplicaba fuerza de trabajo en su selección, trituración, empaque, transporte y descarga en las empresas consumidoras de estos nuevos bienes, surgidos de la nada y de lo que la gente desecha, de lo que ya no tiene ningún valor de uso ni de cambio... surgidos de la basura.

Un camión recolector es similar a una pequeña industria y de su trabajo dependen muchas familias que encuentran como única forma de subsistencia el trabajar con la basura de la sociedad. El camión era nuestro sitio de trabajo, pero también era lugar para el esparcimiento, el almuerzo, la comida, los negocios y era un arma perfecta, infalible, que, por si fuera poco, tenía la capacidad de abrirnos las puertas de las casas, condominios, unidades habitacionales, negocios, empresas, mercados, tiendas de autoservicio, en donde conocíamos, de primera mano, esa parte muchas veces oculta y no siempre grata que son los desechos diarios que generamos en nuestra vida cotidiana. Desde el camión, el diálogo social adquirió otra perspectiva y permitió transformar las simples relaciones sociales en un agudo análisis de lo que es nuestra realidad nacional.

Con el camión recolector podíamos entrar todos los días y prácticamente en cualquier horario, el legendario tiradero de basura Santa Cruz Meyehualco. La primera vez que intenté ingresar al Tiradero (al “tiro” como le llaman los trabajadores), llegué con una cámara y una grabadora, arriba de un camión de basura, pero al ser descubierto por los pepenadores y encargados del sitio, fui violentamente sacado y amenazado de muerte si intentaba regresar. En la entrada del tiro había un letrero grande: “Prohibida la entrada a periodistas o cualquier otra persona que no tenga permiso de la Unión”. Por ello, al llegar como trabajador, como “un mugroso más”, que sólo iba a cumplir con el trabajo de ir a depositar los desechos de la comunidad, pude empezar a establecer nuevas amistades y contactos dentro del tiradero de Meyehualco.

Todos los días, después de pasar a vender los materiales que habíamos separado en nuestro recorrido del camión a cualquiera de los más de dos mil pequeños negocios y changarros que se encargan de la “compra venta de materiales industriales”, nos dirigíamos al tiro para llevar los sobrantes y siempre a la misma familia de pepenadores. Ahí, descargábamos el camión, empezaba a trabajar la familia y era el momento propicio para tomar una cerveza, un pulque, echar un taco o descansar un momento antes de volver al recorrido (si es que necesitábamos recorrer otras fincas), o ir a entregar materiales a empresas particulares (que nos cargaban ahí mismo los empleados del tiradero), o bien, simplemente para dar por concluido un día más de trabajo.

De estos momentos de descanso y por invitación de algunos colegas pepenadores, empecé a asistir regularmente a las actividades del tiradero: sus partidos de fútbol, las fiestas de quince años, las celebraciones colectivas, las parrandas, las misas y hasta la celebración del grito de independencia el 15 de septiembre o la fiesta de la virgen de Guadalupe, el día de reyes o el día de las madres, hasta que conseguí quedarme un tiempo en el interior del tiradero para transformarme en pepenador. Si la visión de la ciudad desde el camión de basura era ya de por sí oscura, la perspectiva de vivir en un tiradero, con una comunidad de cerca de 15 mil personas, en casitas de lámina y madera (pintadas de blanco y con rayas rojas que semejaran ser ladrillos, por instrucciones del cacique), con todo un vocabulario, hábitos y costumbres fuera de todo contexto por mí conocido hasta ese momento, implicó un cambio radical en mi visión de “la sociedad”: ¿quién podría hablar de la sociedad en su conjunto si no conocía esta “realidad” tan apartada de toda la realidad convencional que se nos enseña en las escuelas?

Ahí fue cuando descubrí la presencia del líder, del dirigente que aspiraba a ser “presidente de la república”, del millonario despilfarrador, amado y odiado, respetado y temido, anárquico, violento, pero inserto perfectamente como una pieza indispensable del rompecabezas político de la ciudad, el Zar de la Basura, Rafael Gutiérrez Moreno. Su avasalladora personalidad fue, sin duda, un imán de atracción para tratar de descifrar la importancia de su existencia y fue un motivo directo para la conclusión del trabajo.

Sus relaciones políticas con el PRI y los gobernantes en turno (locales y federales), de servilismo con sus trabajadores, de voracidad económica con los empresarios que compraban sus materiales, de imposición machista con las mujeres, de venganza con sus detractores, de menosprecio hacia los medios de comunicación y de rechazo absoluto a cualquier injerencia externa dentro de sus dominios conformaron una parte importante del trabajo y que apareció publicado con el título de “El Basurero: antropología de la miseria” (EDAMEX, 1994) en una clara alocución a los trabajos del antropólogo Oscar Lewis. En este trabajo se reseña una parte fundamental para entender el caciquismo que es el entender la cultura popular de esa comunidad y que está en perfecta concordancia con la cultura dominante, con la cultura política y, por ende, con la integración social de esta forma peculiar de marginalidad (los pepenadores tenían prohibido salir a vender sus productos fuera de los dominios del cacique, o tenían que avisar a donde iban a ir y pedir permiso).

La cultura popular del tiradero estaba fundamentada en cinco valores que, gracias a su conjunción programada y organizada, permitían la reproducción social del sistema y que eran: el trabajo (al cual el líder decidía arbitrariamente quién tenía derecho a él y a sus beneficios económicos y que era utilizado como un arma de presión en contra de los trabajadores), el deporte (todos los equipos y campos de fútbol se llamaban R.G.M.), el nacionalismo (que implicaba la visita anual de diputados, regentes de la ciudad y hasta presidentes de la república), la religión (que tenía su propia capilla dentro del tiradero con un padre seleccionado por el cacique) y el alcoholismo (práctica habitual en todas las situaciones posibles, los fines de semana, las fiestas y lo mismo entre niños que entre adultos) y por supuesto el trabajo. La combinación de estos elementos valorativos, permitían al cacique refrendar su poder y ganar presencia dentro de los ámbitos de la política urbana, someter a una población perfectamente acotada en su territorio y obtener incalculables ganancias económicas por la explotación del trabajo de los pepenadores.

Una vez concluida esta parte de la investigación, se elaboró una encuesta para las 16 Delegaciones Políticas y se redactó una primera versión del trabajo que incluía la visión estructural y funcional del problema, así como una detallada descripción del fenómeno del caciquismo urbano encontrado al interior de los tiraderos de basura. De hecho, tiempo después de concluido el trabajo cuando se me preguntaba ¿qué encontraste en los tiraderos de basura?, solo atinaba a responder: “una fotografía perfecta del sistema político mexicano”.

El Zar de la Basura murió asesinado (como se verá en partes posteriores del trabajo) sin embargo esta peculiar forma de dominación ha persistido y sigue vigente con sus herederos (su esposa oficial y sus hijos) quienes han sabido utilizar todos los mecanismos a su alcance para lograr su nueva legitimación en base a lo que Max Weber podría denominar la Rutinización del Carisma y lograr con ello la reproducción circular de esta forma peculiar de cacicazgo que ha sido parte fundamental en la formación del Estado mexicano.

Este pequeño artículo pretende introducir al lector ocasional a una reflexión analítica, fundamentada en los hechos de primera mano encontrados en esta investigación, apoyada en el uso de las categorías marxistas escogidas para su interpretación (infraestructura, superestructura, valor de uso, valor de cambio, reproducción de la fuerza de trabajo, ejército industrial de reserva intermitente o sedimentado, etc.) y no aspira de ninguna forma a lograr una interpretación más acabada sobre los mecanismos de formación y reproducción del Estado mexicano. Tampoco permite “desmenuzar” a detalle las muy complejas e intricadas relaciones entre los distintos grupos de trabajadores que viven de la basura de la sociedad, sean éstos recolectores, recicladores, pepenadores o trabajadores independientes, ya que dicha información se encuentra publicada y citada a detalle en otros trabajos que aparecen en la bibliografía. Y en este sentido, llama la atención que a pesar que desde diciembre de 1997 cambió la administración de la ciudad con la llegada de un partido político distinto al PRI y que se suponía no tendría vinculación con estos grupos caciquiles -por lo cual se esperaba alguna modificación en las relaciones tradicionales de poder-, esto no ha sucedido y los cambios realizados apenas han sido a lo más de tipo “cosmético”, ya que el trasfondo de las relaciones de poder en el ámbito de los desechos parece mantenerse intacto.

Como puede verse hay muchas dudas e interrogantes que quedan pendientes sin ser resueltas. Del mismo modo hay una gran posibilidad de reinterpretación teórica que permita retomar y descifrar, desde una perspectiva comparativa, los datos más concretos del cacicazgo, su consolidación y continuidad. Pero ese es un trabajo todavía por hacer.



INTRODUCCIÓN: LA MUERTE DEL LÍDER

El 19 de marzo de 1987, a las dos de la madrugada, fue asesinado en su casa del tiradero de basura de Santa Catarina y en su cama, de cuatro disparos, Rafael Gutiérrez Moreno, bautizado por los medios de comunicación como El Zar de la Basura, poderoso cacique urbano, quien fuera el constructor de uno de los imperios más impresionantes y crueles de los que se tenga memoria en la Ciudad de México.

-Mataron a Rafael...
-Lo madrugaron sin darle oportunidad.

Estas dos frases empezaron a recorrer con una rapidez asombrosa el mundo de la recolecta, pepena, venta y reciclamiento de la basura de la ciudad; entre los barrenderos, choferes, macheteros, voluntarios, pepenadores y líderes de los demás tiraderos, durante la madrugada de ese jueves.

Los ocho moradores del "búnker" de Rafael esperaban ser interrogados. Martha Alicia García, una de las múltiples esposas del líder, quien habitaba esta casa con sus hijos, hacía las primeras declaraciones:

-Lo mataron delante de mí [...] dormíamos; lo balacearon en nuestra recámara.

La muerte de ese hombre parecía poner en "un hilo" el destino de un "majestuoso" imperio construido a lo largo de 25 años y que, para esas fechas, se estima que generaba una ganancia diaria de al menos 70 mil dólares al líder de los tiraderos de basura.

"Amo y señor de los tiraderos a cielo abierto, regente absoluto del vidrio, del fierro, del papel, del trapo, del cartón, del hueso, del tetrapak, de la lámina, de todos los desperdicios generados por todos los habitantes de la Ciudad de México; Rafael Gutiérrez Moreno, expepenador, exchofer de carro de basura, exlíder sindical, fundador y líder vitalicio de la Unión de Pepenadores [...] exdiputado del Partido Revolucionario Institucional; patriarca benévolo, para algunos; cacique y tirano, para otros, moría dejando acéfalos -y huérfanos- a cerca de 18 mil pepenadores".

Sólo hubo que esperar 48 horas para que el responsable intelectual del homicidio, su propia mujer con la que dormía esa noche, confesara:

-Yo lo mandé matar [...] pero lo volvería a hacer: era un hijo de la chingada-, declaró ante el Juez 18 de lo penal, después de relatar cómo había violado en forma brutal a una de sus hermanas en meses pasados.

La historia del caciquismo está indisolublemente ligada a la historia de México. En todas sus etapas históricas y, prácticamente, en todos los escenarios posibles, han surgido figuras individuales de hombres y mujeres, que han sabido aglutinar a su alrededor toda una serie de elementos políticos, administrativos, de recursos humanos y económicos que han derivado en la conformación y el ejercicio de un poder autoritario, centralista, de carácter absoluto, en base al cual se construyeron muchos de los actuales pilares del sistema político mexicano. El poder económico y el político han caminado de la mano durante la historia de la humanidad y en el caso de México, esta relación se acentuó de manera muy específica con la reconstrucción del país después de la Revolución Mexicana.

En su mayoría, la vida de estos hombres y mujeres ha ido acompañada por una fuerte acumulación de poder político y económico sin importar la actividad básica a la que estuvieran orientados. En el ámbito rural, la historia de personajes como Gastón N. Santos en San Luis Potosí o Arturo Ducoing en Guanajuato son pruebas ostensibles de un ejercicio perverso e ilimitado del poder que adquirían desde sus posiciones caciquiles. En Acapulco, Alfredo López Cisneros el "Rey Lopitos" (líder del servicio de limpia), o en la Ciudad de México, Sara Ornelas (lidereza de los billeteros de lotería) y el propio Gutiérrez Moreno dejaron una huella histórica que se ha perpetuado en la vida social de muy diversas formas.

En el caso del cacique Gastón N. Santos, en sus propias memorias relata el cómo se había hecho propietario de tal cantidad de tierras en su natal San Luis Potosí: "Muy fácil -decía con cinismo-, simplemente les preguntaba a los campesinos: a quién quiere que le compre la tierra, ¿a usted?...o a su viuda".

Otro caso de estudio es el político guanajuatense Arturo Ducoing, quien es calificado como "rico que entró a la política para protegerse y evitar castigo por los crímenes cometidos" entre los que se encuentran los siguientes: "en 1917 asesinó a Adolfo Chaire en su hacienda de El Salitre... En 1918 mató a una mujer de 65 años, Juana Aldabe, y a su hijo ciego Juan, que iban a San Luis de la Paz a quejarse de que Ducoing les había robado 35 cabezas de ganado... en 1920 asesinó a un hombre para robarle a la hija... en 1922 mató a Metodio Nuño. El 15 de septiembre de 1924 asesinó a Salvador Bertizo porque cortejaba a su hija. Ese mismo día apuñaló hasta matar a Víctor Charre... Además de asesino era un degenerado que ha prostituido a sus propias hijas, Carmen y Teresa, que tienen hijos con su padre (dos y uno respectivamente), y su tercera hija, la señorita Elena Ducoing, tuvo que refugiarse en la capital para evitar la persecución de su propio padre". Era tan prolífico que "en sus propiedades no ha respetado a ninguna de las familias de sus trabajadores y se sabe que ha procreado 69 hijos".

Algo similar ocurre con el Zar de la Basura, quien a lo largo de su vida, con 20 matrimonios "formales" procreó 45 hijos que registró con su nombre, pero que sumados a las demás esposas e hijos que aparecieron después de su muerte, llegan a sumar al menos 38 mujeres y más de 100 hijos ya que, en los tiraderos que controlaba, el cacique practicaba lo que jurídicamente se conoce como el "Derecho de Pernada". El número de mujeres e hijos es un símbolo de status entre el gremio de trabajadores de la basura sin embargo en el caso de este singular personaje la situación va más allá de cualquier pronóstico ya que él mismo anunciaba su intención de llegar a procrear 180 vástagos.

Cada uno de los caciques ha tenido actividades distintas sin embargo, todos tienen una característica en común: la impunidad que otorgaba un Estado construido sobre un corporativismo y clientelismo como base de su fundamentación política. "A pesar de todas las ilegalidades cometidas y reportadas (e incluso documentadas en los archivos de la Secretaría de Gobernación), en el gobierno federal siempre hubo una actitud pasiva y una tolerancia excesiva hacia los miembros de la clase política en general, y los de la familia revolucionaria en particular. Podían matar, robar, violar, sin que la autoridad actuara en consecuencia. La impunidad era la regla..." y gracias a ella el caciquismo pudo engendrarse y enquistarse como una "forma de hacer política", pervirtiendo otras formas de participación social organizada.

Pese a todo, aún hoy llama la atención el caso específico del Zar de la Basura, que construyó su imperio justamente con lo que la sociedad rechaza: sus desechos. A simple vista, la basura es un elemento que no tiene valor porque, en apariencia, ha perdido su valor de uso y su valor de cambio, luego entonces, ¿cómo es que a partir de esto pueda construirse una forma específica de dominación política con un enorme poder económico simultáneamente?

El presente trabajo pretende mostrar las formas de vinculación e interdependencia entre las necesidades económicas de un grupo social y las formas de ejercer el gobierno por parte de las autoridades de la ciudad durante los últimos cuarenta años. Esta interdependencia dio origen a un cacicazgo desmedido y voraz que se legitimó por medio de su función de intermediario político, la cual ha logrado subsistir después de la muerte del cacique, gracias a la rutinización carismática que han sabido alimentar sus sucesores.

Para lograr este objetivo, el artículo retoma parte del Sistema Conceptual, desarrollado en el texto "La Sociedad de la Basura: Caciquismo en la Ciudad de México" (Castillo, 1990) y dedica una primera parte al análisis de los fenómenos económicos que se desprenden de las formas de operación en el manejo de la basura para llegar a establecer las relaciones que existen entre los distintos actores sociales inmersos en el proceso de reproducción económica del sistema.

En el segundo apartado, se presenta una revisión de las relaciones sociales bajo las categorías de la dependencia y la marginalidad, que a pesar de que hoy muchos teóricos las han reemplazado por conceptos como el de exclusión social, parece pertinente revisarlas de nueva cuenta ya que el sostenido crecimiento del sector informal implica, necesariamente, una interdependencia de las estructuras sociales en donde la marginalidad empieza a tomar un lugar central para su explicación prospectiva, o sea, hay una nueva “centralidad de lo marginal”, como acotaría Alain Touraine.

En la tercera parte se describen los procesos de conformación del caciquismo urbano que giran en torno al manejo de la basura de la Ciudad de México y que presenta las características particulares de esta forma vigente de dominación social.

Finalmente, en la cuarta parte se presenta la unión de los procesos, social, político y económico para desprender de ellos algunas de las hipótesis centrales de este trabajo para concluir en una explicación funcional del sistema en su conjunto.

En una entrevista a un pepenador de los antiguos tiraderos de Santa Fé, le preguntaba cuál creía que era el poder más importante para los caciques de la basura, el económico o el político, a lo que me respondió sin titubear: "-Pues, yo creo que es el económico, porque no conozco a ningún político que esté jodido...¿o usted si?".


LA ECONOMÍA DE LA BASURA


Para llegar a comprender el proceso de legitimación del caciquismo urbano, se debe explicar primero la propia reproducción económica del sistema, las relaciones de dependencia, la marginalidad y la estratificación que aparecen en el grupo de estudio. Estas explicaciones, a su vez, permitirán llegar a un conocimiento descriptivo y crítico de la reafirmación del caciquismo urbano como un mecanismo de dominación política con un peso específico en la sociedad contemporánea.

Los fenómenos señalados en el párrafo anterior sólo pueden ser considerados aisladamente como distintos momentos o fases del análisis del problema, ya que como una combinación en movimiento de las diferentes partes, constituyen por sí mismos el todo social, siendo así el objetivo principal del trabajo hacer inteligible lo real y no solamente producir abstracciones segregadas unas de otras.

No existen “hechos puros”, independientemente de un sistema conceptual que los consigne. Es necesario, por el contrario, recordar siempre que la teoría no puede construirse más que con base en un conocimiento profundo de lo real... pero esto es extraño al empirismo, el cuál rechaza ese esfuerzo en beneficio de una simple descripción que inevitablemente permanece sin significado.

Puede afirmarse que en el campo de las ciencias sociales es esencial la consideración de la unidad del todo y de las partes, ya que cada elemento no puede explicarse más que en su génesis con los demás, es decir en una dimensión necesariamente histórica.

La conexión de los fenómenos, vistos más bien como procesos activos, estaría dada para este trabajo, en una primera instancia, por la observación de "la base" con la infraestructura económica del grupo que se estudia (pepenadores y trabajadores del servicio de limpia) y que se encuentran bajo el dominio de una superestructura política y burocrática que rige a la sociedad en general. Dicha observación está orientada principalmente a la detección de las redes de interacción social que se presentan en los diferentes niveles dentro de los que se ubica el estudio con el fin de enunciar el ser de la acción, y con esto comprender la naturaleza propia del sistema.

Dentro del universo de estudio existen por lo menos dos tipos diferentes de infraestructura económica que podrían ser analizados: el primero, referido a la base de trabajadores asalariados por el Estado que se encargan de la recolección de los desechos sólidos en la Ciudad de México, base organizada y ligada a todo el aparato político, sindical e institucional que rige sus destinos y cuyo análisis no es un elemento principal de este estudio; y el segundo, derivado de todo el conjunto de “trabajadores activos pero con una base de trabajo muy irregular” (pepenadores) que seleccionan la basura reutilizable y que están también ligados a la superestructura pero por otros medios que podrían considerarse quizá como "intermedios", dentro de los que se encuentra el caciquismo y otras formas de dominación política.

De esta forma, el Estado aparece a la vez como gobierno y empresario en el primer grupo social, dando legalidad, legitimidad y un ordenamiento específico a las relaciones entre la base y la superestructura, quedando los trabajadores del servicio de limpia en un nivel similar al de un obrero, mientras que en el segundo tipo el Estado simplemente se limita a permitir la asociación de los pepenadores en torno a la transformación de los deshechos en bienes útiles, que tienen un nuevo valor de uso, pero con reglas y acuerdos verbales que son acordados directamente con el cacique y sus seguidores más cercanos

Esto es, la basura como deshecho conciente o inconsciente de la sociedad aparece apartada y sin valor en el ciclo tradicional marxista de la circulación de mercancías producción-distribución-consumo aunque de hecho, un porcentaje del desecho total, que fluctuaría entre un 15% y un 25%, se reincorpora a la producción de nuevos bienes de consumo. Así pues, al ser beneficiada la basura con el trabajo de los recolectores y los pepenadores adquiere también un valor monetario por medio del trabajo que aplican a la basura (y que por ende la transforma en producto con un valor de uso) con lo cual se integran, directa o indirectamente, a la reproducción política y económica del sistema.

Sí se pudiera plantear un supuesto provisional podría argumentarse que la basura aparece como un excedente de la sociedad a la par que los pepenadores, quienes quedan contemplados en lo que algunos autores al hablar de la marginalidad definen como “ población sobrante de las economías capitalistas dependientes”. Bien, antes de crear un sofisma a este respecto, debe quedar claro que si la basura en un determinado porcentaje deja de ser desecho, los trabajadores de limpia y los pepenadores, al emplear su fuerza de trabajo en la recuperación de este porcentaje, dejan de ser “marginados” dado que se integran de manera directa al proceso de producción en la sociedad.

Pero este proceso sería una visión meramente de abajo hacia arriba, de la base a la superestructura, que explicaría la función económica de los trabajadores, aunque si se ha hablado de interacción habrá de explicarse también la otra vía de acción social, de arriba hacia abajo, de la superestructura a la base, lo que en palabras simples sería: si los recolectores y pepenadores se “benefician” con los desechos del sistema, ¿cómo se beneficia el sistema a través de ellos?

Las relaciones que surgen a este nivel podrían ser consideradas de tipo extra económico, o sea, a nivel político principalmente y esto quedaría explicado al observar que los trabajadores han representado para el sistema, a lo largo de su historia, un grupo incondicional al servicio del gobierno, quien los ha empleado y manipulado como “masas” para la organización de los mítines y concentraciones oficiales. Los empleados de limpia y los pepenadores han sido considerados también como votos asegurados a favor del PRI en las elecciones municipales y federales, han servido como grupos de apoyo a las campañas políticas del ex partido oficial, e incluso, en algunas ocasiones, fueron utilizados como esquiroles para romper huelgas y como grupos de choque, tal como narran los viejos trabajadores su violenta participación en contra de los estudiantes durante el movimiento estudiantil de 1968 en apoyo del grupo de los Halcones.

Este servicio incondicional de los trabajadores hacia la superestructura es importante si tan sólo se considera que durante mucho tiempo la Sección Uno de Limpia del Sindicato Unico de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (SUTGDF) ha sido la más numerosa de las 39 secciones, mientras que los pepenadores llegaron a ser más de 15 mil en el tiempo de auge del cacique Gutiérrez Moreno. Ambos grupos de trabajadores participaron abiertamente durante muchos años en el apoyo a los gobiernos priistas, más por la fuerza y la coacción que por una postura ideológica natural, y este apoyo, o más bien, este tipo de apoyos, le fueron indispensables al Estado para ejercer acciones que en última estancia le permitían legitimar el ejercicio del poder.

El movimiento de estos dos momentos: el económico y el político permiten explicar el por qué de la reproducción del sistema, dado que se crea una permanente interdependencia entre las bases y la superestructura, en donde el sistema les es necesario a los trabajadores para sobrevivir y al mismo tiempo ellos le son necesarios al sistema para reproducirse y buscar su legitimación social.

Al hablar de la reproducción del sistema y más específicamente cuando se analizan las estructuras sociales, debe reconocerse que ciertas relaciones sociales entre diversas fracciones de un mismo estrato o de una misma clase son importantes para explicar algunos cambios en otras clases o fracciones de la misma clase, siendo así que el rol político que juegan los pepenadores en apoyo de una clase (dominante) se destaca como un papel político del lumpen proletariado en perjuicio de otras clases o de fracciones de la misma base. Pese a ello si bien se habla de fracciones de la burguesía o de fracciones de la base, no debe entenderse esto como una simple desarticulación social, dado que el fenómeno es más bien de unificación de las fracciones, unificación condicionada en primer término por su funcionalidad, misma que en todos los niveles estará a la vez orientada por diversos factores como son: valores comunes, deberes mutuos, obligaciones, responsabilidades y beneficios normalmente asociados con una comunidad.

La funcionalidad a que se hace referencia estará dirigida, en este caso particular a la recuperación de materiales aprovechables de la basura por parte de los grupos de trabajadores y a la reutilización de estos productos en la producción de bienes de consumo por parte de las empresas o industrias que requieren de estos desechos en sus ciclos productivos. Pero esto no limita las posibilidades de conflicto existentes tanto en un mismo estrato como entre las diversas capas de la estructura social, lo cual desemboca en ciertos “momentos críticos” que al parecer tienen como efecto directo una mayor unión o alianza de las fracciones de los diferentes estratos para afrontar el conflicto como se verá más adelante.


DEPENDENCIA Y MARGINALIDAD


Si tratamos de ubicar el problema en un contexto más amplio, podrían retomarse algunas ideas de Alain Touraine sobre la dependencia y la marginalidad. Se da por entendido que las sociedades dependientes no pueden ser vistas únicamente con su relación con el exterior, ya que “ tienen una independencia política y cultural, real, asociada a una subordinación económica, lo cual obliga a interrogarse sobre su estructura social misma”.

Es por la estructura particular que guardan este tipo de sociedades por lo que no debe hablarse de un “capitalismo dependiente” si no de “acumulación capitalista” en una sociedad dependiente. Entre las características encontradas por Touraine en estas sociedades destaca principalmente que tienden muy a menudo, a poseer un “sistema político hipertrofiado y un Estado atrofiado”, es decir, que cuanto más evolucionan más se encuentran dominados por el capitalismo extranjero y el Estado nacional, “siendo las clases nacionales actores cada vez más subalternos”

Asimismo se encuentra una clara debilidad de la burguesía nacional, una mano de obra integrada solamente de manera marginal al proceso productivo y una sumisión directa de una gran parte del sindicalismo obrero a agentes políticos nacionalistas o populistas.

La debilidad de la sociedad nacional implica forzosamente una débil integración de las posiciones de las clases; existe muchas veces una fuerte oposición entre el funcionamiento del sistema económico centrado en el exterior y el de la sociedad propiamente nacional o regional, por lo cual las acciones desarrolladas por la base son parciales o locales sin llegar verdaderamente a una acción de clase integrada y formada en el nivel nacional.

En una sociedad desarticulada, dice Touraine, la formación de un agente de Estado que sobrepasa y derriba el papel redistribuidor y finalmente conservador del sistema político más o menos populista es la condición primera de la integración a la sociedad nacional, a partir de esta integración, los problemas, los valores y los conflictos societarios y en consecuencia las luchas de clase pueden triunfar sobre la complejidad y la desarticulación de las acciones aisladas y también sobre la autonomía ideológica frente a la práctica. Cabe señalar que la “ integración de manera marginal” de la mano de obra a que se refiere Touraine está referida al subempleo y a la desarticulación social de estos grupos dentro de las sociedades dependientes y define:

Los marginados no son un grupo si no el producto de un mecanismo social de subempleo que sobrepasa – y por mucho- lo que puede llamarse desempleo en el sector del empleo asalariado permanente... Los marginados subempleados que con frecuencia viven en condiciones miserables en vecindades y ciudades perdidas, son absorbidos por la sociedad a la vez que también son rechazados por ella, apartados y deyectados.

La marginalidad de pobreza no representa pues, un fenómeno transitorio de corta duración. “Las barriadas (y ciudades perdidas) no son campamentos de espera que permiten al migrante (marginado) ‘adaptarse’ a la ciudad mientras la economía va generando nuevas fuentes de trabajo”. Es obvio que la residencia en ciudades perdidas no basta para definir la marginalidad, ni la dependencia económica en sí, ni siquiera la modernización y concentración de la industria en las grandes ciudades, o el subempleo asociado a la falta de calificación de la mano de obra. Esta debe ser vista más bien como un (atributo de las sociedades dependientes) considerando la evolución de los sectores capitalistas, la naturaleza de las inversiones y la función del Estado mismo, “más orientado hacia el reforzamiento de las clases medias que hacia la integración de los menos favorecidos... La marginalidad es el signo del desgarramiento de toda sociedad”.

El concepto de “marginalidad” merece ser replanteado y visto a través de los procesos de interacción económica y social, dado que al parecer existe una fuerte barrera entre los participantes del sistema de producción industrial y los “marginados” ocupados en “labores manuales sin calificación: vigilancia, servicio doméstico, obra contratada al día, reciclaje de deshechos domésticos e industriales y otros” . No se planteará aquí una polémica sobre la existencia y cualificación de la marginalidad como concepto estructural ni de la pobreza como concepto cuantitativo, ni de sus relaciones y diferencias, o sus definiciones.

Sí bien Lomnitz en su estudio aclara que “subsisten importantes sectores que la economía no ha sido capaz de integrar funcionalmente a su esquema de producción y que estos sectores tienden a encontrarse al margen de los procesos económicos y políticos oficiales” parece que no se refiere de ninguna forma a la población inmersa en los procesos de recolección y reaprovechamiento de la basura, pese a que señala en párrafos anteriores “reciclaje de los desechos domésticos e industriales” como una ocupación de marginados sin calificación en su mano de obra.

Dependiendo de la definición o ubicación que quiera darse a la “calificación de la mano de obra” , ésta puede aplicarse a diferentes niveles y de distintas maneras: por ejemplo, en la recolección de basura existen tractoristas, traileros, choferes de camiones de volteo, pesadores, tomadores de tiempo y por supuesto barrenderos y voluntarios. De todos ellos, el último nivel quizá sea el que menor necesidad de calificación requiera, sin embargo, necesita certificado de primaria y otros requisitos para desempeñar su labor. Lo mismo sucede en los tiraderos de basura donde hay choferes de maquinaria pesada, capataces, pesadores, cabos y pepenadores, aunque en estos últimos hay algunos especializados en obtener vidrio o papel o trapo, según la demanda del mercado y, dados los peligros que representa la basura (incendios frecuentes, mordeduras de ratas, acumulación de ácidos corrosivos, explosiones, cortaduras, etc,) requiere de cierta “especialización” según el material que se quiera obtener, el tipo de basura con que se este trabajando y aún la época del año en que se desarrolle el trabajo.

No debe olvidarse que este tipo de trabajo, duro, sucio, indeseado, presenta muchas veces en los países desarrollados serias dificultades para encontrar candidatos que ocupen dichas plazas, dada la poca oferta de mano de obra que existe para esas labores. No así en el caso de México ni de América Latina en donde el trabajo de selección y reutilización de desechos es una característica normal de todas las ciudades. Finalmente si hubiera de darse una definición económica de los pepenadores, ésta podría ser referida a lo que Carlos Marx define como ejército industrial de reserva intermitente o sedimentado cuando señala que son:

...obreros en activo pero con una base de trabajo muy irregular. Esta categoría brinda al capital un receptáculo inagotable de fuerza de trabajo disponible. Su nivel de vida desciende por debajo del nivel normal medio de la clase obrera y esto es precisamente lo que la convierte en instrumento dócil de explotación del capital. Sus características son: máxima jornada de trabajo y salario mínimo...

Y por otra parte un poco más social, el concepto de Touraine al hablar de la asociación entre marginalismo y subempleo que reconoce que estos sectores sí son absorbidos por la sociedad, a la vez que también son rechazados por ella, principalmente por las miserables condiciones de vida que presentan casi siempre dichos grupos.

Esta absorción que hace la sociedad de los pepenadores estará siempre en función de la estructura social de este grupo, estructura real que guarda en sí una compleja estratificación lidereada siempre por una persona, un cacique, que sirve como punto de unión entre la base y la superestructura, jugando un papel doble: autoritario y totalitario hacia la base; fiel dócil y comprometido hacia el Estado y la superestructura burocrática.


LA POLÍTICA DE LA BASURA


Hablar de caciquismo implica hablar de un proceso determinado de liderazgo. El liderazgo a su vez es entendido como “las aptitudes y hábitos de dominación en ciertos individuos y de la conducta de sumisión de otros” aunque el liderazgo, visto en relación al individuo, no es ningún atributo de la personalidad sino una particularidad de su papel dentro de un sistema social dado.

Max Weber basa su estudio sobre los diferentes tipos de dominación en la racionalidad e irracionalidad de la conducta humana y en la legitimidad que busca siempre la dominación para ser ejercida plena y organizadamente. Algunos autores señalan marcadas diferencias entre un tipo de liderazgo y otro e incluso mezclas y combinaciones entre diferentes tipos. En fin, las opiniones sobre el tema abundan y cubren una amplia gama de posibilidades. Para el presente estudio hemos considerado una menos formal que las anteriores pero que permite ubicar nuestro problema.

El antropólogo Sergio Alcántara Ferrer, durante una plática, indicaba tres tipos identificables de líderes: el corrupto, el dirigente y el líder populista (intermedio) que surge de la combinación de los dos anteriores. El corrupto sería definido en base a su facilidad para contactarse con agentes políticos regionales o nacionales y que por propia voluntad o por presión de estos agentes se ve obligado a ceder a favor de los mecanismos tradicionales del poder nacional, en perjuicio directo de sus seguidores o representados. El dirigente, llamado así dado que la palabra líder ha adquirido con el tiempo un significado un tanto negativo en el nivel popular, sería aquel que debido a su propio carisma, honestidad o buena reputación adquiere el cargo pero como mantiene una lealtad inquebrantable hacia el grupo, no puede ser coptado por el poder político y esto trae consigo una serie de problemas: represión, difamación e incluso su propia eliminación física, que a fin de cuentas trunca las aspiraciones del grupo en general. Y finalmente el tercero definido como un líder populista, cuya característica principal es la intermediación y el "acuerdo", dado que conjuga por una parte el aparato político e ideológico del Estado y por la otra obtiene beneficios, (dados muchas como recompensa a esta entrega) que son empleados para satisfacer, al menos, una parte de las aspiraciones, deseos o peticiones del grupo que representa.

En México existen ejemplos abundantes de estos tres tipos de liderazgo, quizá un poco más dentro del primero y del tercero, dado que son los más consecuentes con el desarrollo normal de la política nacional.

“ La verticalización y centralización del sistema requieren de agentes intermedios que llevan a cabo la política dictada desde arriba, pero con el suficiente conocimiento de la base y apoyo en ella como para asegurar la obediencia política. Estos mediadores surgen de los ex líderes populares o de los viejos caciques”. Es por ello que un elemento indispensable para la explicación del caciquismo es el concepto de articulación, ya que, como menciona Paré, por medio de estos intermediarios políticos se liga estrechamente el modo de producción dominante con el modo de producción dominado.

“Lo que denominamos caciquismo en México es una forma de control político... característica de un periodo en el que el capitalismo penetra modos de producción no capitalista”. Se estima que si los caciques funcionan como intermediarios entre dos modos de producción esto es debido a que las más de las veces ellos mismos son los agentes económicos de penetración del Capitalismo ya que, si bien algunos caciques pueden ser empresarios capitalistas, originalmente la fuente de su acumulación se basa en un comercio y una usura caracterizados por la rapiña y la violencia.

Existen también otros factores muy importantes para asegurar el poder del cacique, aparte de la violencia física, como son las formas de control basadas en el fomento y la manipulación de los valores tradicionalmente aceptados por el grupo oprimido que van asociados generalmente a un bajo nivel de conciencia social.

La palabra cacique se le da a cualquier individuo que ejerce una influencia exclusiva en las políticas locales. Puede ser definido como un líder autocrático cuyas características son: informal, personalista, de comportamiento arbitrario, apoyado en un coro de parientes, combatientes, agremiados o dependientes y que además hace uso de las amenazas y la violencia. Más aún, la existencia de un cacicazgo siempre ha implicado un fuerte poder individual sobre un grupo en determinado territorio unido por un sistema socioeconómico o cultural y un cierto grado de desconexión del sistema instituido por el gobierno que es generalmente normativo y formal.

Otros autores definen al caciquismo como un fenómeno de mediación política que se fundamenta en el ejercicio informal y personal del poder para proteger intereses económicos individuales o de un grupo determinado. Puede decirse que en gran parte de los estudios sobre caciquismo se ha presentado una marcada tendencia a ubicar el problema como perteneciente casi de manera exclusiva al medio rural y en especial a las zonas más atrasadas del campo. En general, se habla del tema como de un fenómeno en vías de desaparición, asociándolo con el desarrollo industrial de los países y los efectos que éste produce en las áreas rurales.

Pablo González Casanova señala que:

...no resulta extraño en el proceso de desarrollo nacional ver cómo hay caciques que se oponen a la construcción de caminos y a la instalación de fábricas, y que mueven sus influencias y ejercen hasta la violencia para que no se construyan, ni los unos ni las otras. Pero ya sea que el cacique se oponga al desarrollo, o a que él mismo lo promueva, el desarrollo acaba destruyendo su poder personal.

Cornelius por su parte habla de las “muchas y significativas manifestaciones muy extendidas" del caciquismo agrario, con lo que explica que el desarrollo urbano por sí mismo no es incompatible con el surgimiento del caciquismo como modelo de liderazgo político principalmente entre los sectores de bajos ingresos . El caciquismo urbano es común a muchos países de Latinoamérica y existen numerosas descripciones y análisis del problema tanto en Venezuela, como Nicaragua, Panamá, Perú y otras naciones, aunque de manera general casi todos asocian a estos líderes como políticos intermediarios que vinculan una parte tradicional y muchas veces desarticulada del sistema, con los sectores modernos, los partidos oficiales y en general con la super-estructura ideológica del Estado.

Tal es el caso de Lomnitz que en un estudio sobre los mecanismos de articulación entre el sector informal y el sector formal urbano detecta tres tipos de intermediarios en México: a) reclutadores de trabajo; b) caciques políticos, y c) intermediarios de producción y comercialización. Su fundamento está dado en que dentro del sector formal se encuentran tres subsectores principales: a) poder (aparato administrativo del Estado); b) capital (burguesía dueña de medios de producción), y c) trabajo (trabajadores organizados en sindicatos) que no están excluidos de presentar conflictos permanentes entre sí aunque sí tienen en común la “seguridad laboral” que implica un nivel mínimo de ingresos. Todo esto frente a un sector informal que carece de seguridad de empleo, nivel mínimo de ingresos y un poder político real de negociación.

Es aquí, en la articulación de estos dos amplios sectores de la sociedad, donde surgen los caciques, que por medio de ayudantes incondicionales organizan los sectores informales, imponen su voluntad, y reciben innumerables beneficios económicos procedentes del cacicazgo, mientras que por el otro lado representan a su sector ante los agentes políticos del Estado, regionales o nacionales, sirviendo de voceros y enlace entre la autoridad y la comunidad representada y algunas veces trayendo beneficios materiales concretos para sus representantes y para sus ayudantes cercanos principalmente. Para entrar de lleno en el tema de estudio se han considerado las características fundamentales del caciquismo que se encuentran ya contempladas por varios autores y algunas otras, que en conjunto, pueden ser claramente identificables en el problema de la basura en la ciudad de México:

1)El cacique emerge de la misma comunidad.

2) Gana su poder por imposición propia.

3) Sostiene a un grupo incondicional de seguidores.

4) Mantiene relaciones de servidumbre con trabajadores.

5) Es autocrático, informal, personalista y arbitrario.

6) Utiliza la violencia además de otras formas de control.

7) Es reconocido como “líder” tanto por los residentes de la comunidad como por las autoridades supralocales.

8) Es el principal canal para otorgamiento de beneficios materiales a la comunidad y a sus seguidores.

9) Su poder económico se origina en el uso sin límites de la usura, la rapiña y la violencia.

10) Legitima su poder ante la comunidad a través de ser reconocido oficialmente como parte del Estado.

11) Legitima su poder político ante el Estado en base a su enorme poder económico y su función de “líder” ante la comunidad.

12) Representa los intereses de un solo individuo o de una pequeña facción.

13) Forma un gobierno informal dentro del propio gobierno.

Habría otras características que podrían añadirse: que usa pistoleros, que invierte gran parte de sus ganancias en símbolos de status, que controla toda la organización social de la comunidad, que su origen popular y el apoyo popular que recibe en una primera fase resultan contradictorios al control despótico que llega a ejercer, etcétera; casi todas esas características están relacionadas de una u otra forma con la producción de su poder económico y de su poder político.

La descripción de las características particulares del tipo de caciquismo encontrado en el estudio de la basura daría lugar a otro estudio descriptivo de las formas de ascenso social del cacique, de sus mecanismos de acumulación económica, de los hábitos cotidianos en sus relaciones personales, de su violento carácter al que se le atribuyen asesinatos y desapariciones de sus enemigos y opositores, de su vida ostentosa, extrovertida y pendenciera, de sus múltiples propiedades y dinero acumulado, de sus relaciones políticas que lo llevaron a ser diputado suplente del entonces XXVI Distrito y asesor del presidente de la Cámara de Diputados, de su humilde origen y del miedo que generaba su presencia en el medio de la basura, todos estos datos que están ya publicados en otros trabajos.

Por lo pronto, se dejan abiertas estas ideas generales que presentan diversos autores sobre los dos momentos de análisis de estudio: el económico y el socio-político, para entrar a otro apartado que interrelacione, discrimine y proponga lo que podría ser un fundamento teórico posible para analizar la basura en la Ciudad de México.


UNIDAD DE LOS PROCESOS SOCIAL, POLÍTICO Y ECONÓMICO


Existen ciertas hipótesis que quedaron implícitas en los incisos anteriores y que valen para ser replanteadas como bases teóricas del tema de estudio. Partiendo de la reproducción del sistema social, que quedó explicada en base a la permanente interdependencia que existe entre la infraestructura y la superestructura de la sociedad, debemos explicar con precisión cómo a qué niveles es que puede ser analizada esta interdependencia.

Con objeto de racionalizar el presente estudio entenderemos por infraestructura a toda la base económica de trabajadores asalariados por el Estado (barrenderos, choferes, macheteros, etc.) y a los independientes (pepenadores), mientras que la superestructura estará compuesta por el aparato administrativo, político e ideológico del estado. Una visión hacia dentro de la infraestructura nos hace rechazar la idea de algunos autores que definen dos sectores fundamentales en la sociedad: el formal y el informal, dado que si bien, señalan al poder, al capital y al trabajo organizado (que cuenta con “seguridad laboral", salarios y otras prestaciones) como elementos constitutivos del sector formal, éste sólo correspondería a la base de trabajadores asalariados y organizados sindicalmente por el Estado que se encargan de la recolección de desechos en la ciudad, de acuerdo a las directrices dadas por las oficinas de Limpia y Transportes del DDF, segregando a los pepenadores al rango de sector informal en el que la falta de seguridad en el trabajo, la ausencia de salarios mínimos y la falta de poder político de negociación serían sus características.

Vale decir que los pepenadores aparecen hacia el exterior como trabajadores organizados (Unión de Pepenadores del DF Rafael Gutiérrez Moreno, Frente Único de Pepenadores, A.C; Unión de Trabajadores de los Tiraderos del DDF, etc.), sindicalizados, con algunos cuantos programas de bienestar en sus comunidades, con una seguridad laboral relativa, la ausencia de salarios mínimos establecidos y un poder político indirecto de negociación a través de sus líderes y caciques.

Bajo esta perspectiva hacia el exterior quizá merecerían ser considerados dentro del llamado sector formal aunque la vida interna de estas organizaciones presenta una panorámica distinta, en donde el control del poder en los tiraderos, centralizado en un solo individuo, un cacique, permite una manipulación absoluta de la vida y destinos de los trabajadores: su trabajo, sus ingresos, sus niveles de vida, sus costumbres y su ideología; así como el establecimiento de un “doble juego” del cacique: de representación popular ante la superestructura del Estado y de representante estatal ante los pepenadores, otorgando algunos beneficios a la comunidad (por ejemplo: luz, agua, vivienda) de manera limitada que permiten ir creando un grupo de beneficiarios, que se transforman a su vez en seguidores incondicionales del líder y que desarrollan una marcada estratificación social interna que aumenta el control ejercido sobre la población.

Son las limitaciones de la simple definición de sector formal o informal para explicar la compleja red de interacción social en el problema, lo que nos hace ubicar a los trabajadores de la basura dentro de una visión más global como la infraestructura, desde luego contemplando las peculiaridades que diferencian a un grupo de otro. Por una parte los trabajadores asalariados por el Estado estarían en una posición de proletarios básicamente frente a los medio de producción controlados por el Estado y los pepenadores- en lo que Marx define como: ejército industrial de reserva intermitente o sedimentado- en este caso no al servicio del capital netamente si no de las necesidades de utilización política del Estado como grupos de apoyo irrestricto, incondicional y permanente, que sirven como esquiroles, grupos de choque, o multitudes que aclaman personajes y eligen candidatos del partido oficial, quedando su papel político como típico del lumpenproletariado , apoyando a una clase determinada (Estado) en perjuicio de otras, incluso de aquellas con las que podrían estar más fácilmente identificados y es precisamente la dificultad, nata o inducida por los líderes, de conectarse con otros grupos sociales, lo que les impide movilizarse socialmente.

La utilización política de los trabajadores y los “beneficios” que estos reciben a cuentagotas del Estado, aunado a toda una gama de valores, tradiciones, obligaciones, responsabilidades y deberes mutuos, serían los términos fundamentales para explicar la funcionalidad recíproca entre el Estado, la empresa industrial que utiliza los deshechos y los pepenadores. Habría que llegar ahora a una definición o explicación amplia de la verdadera importancia que tiene la basura en nuestro medio, ya que, en sí se presenta como un ciclo continuo en el tiempo y se constituye como mercancía, como empresa y como una verdadera justificación de acciones políticas.

Si vemos de cerca el ciclo tradicional de circulación de mercancías producción, distribución-consumo podríamos incluir un eslabón importante que amplía el ciclo y refleja más claramente la realidad: la reutilización de desechos, que liga el consumo con la nueva producción y esto es importante dada la creciente demanda de materias primas y las recientes investigaciones sobre reaprovechamiento de desechos que en algunos países como Japón han propiciado utilización de casi el 100% de los desperdicios de la población para la fabricación de fertilizantes, pulpas para papel, gas para estufas, bloques de concreto y otros productos.

Esta situación resulta contrastante con México en donde más del 70% u 80% de los desechos queda sin utilización, muchas veces contaminando el ambiente, y permitiendo el desarrollo y arraigo de miles de personas que viven de lo que hay en la basura a la par del fortalecimiento de un caciquismo urbano poderoso e independiente. La basura o materia prima se transforma en mercancía cuando recibe la fuerza de trabajo que le imponen los recolectores y los pepenadores que separan los desechos por grupo de productos: vidrio, papel, hueso, comida, etcétera, dependiendo, desde luego, de la demanda que haya de estos productos en las empresas industriales y que vale decir es muy elevada y va en continuo aumento:

Basura +Fuerza de trabajo = Mercancía.

La mercancía se entrega a las empresas industriales por varias vías: una empresarial, que correspondería a los líderes de los tiraderos que negocian directamente los volúmenes de materiales recuperados que compran regularmente a los pepenadores de los tiraderos y otra, artesanal en la que quedan contemplados los pepenadores nocturnos que venden sus materiales a los pequeños comercios dedicados a la compra de “desechos industriales”, de los cuales hay más de dos mil en el DF., o bien directamente a grandes intermediarios o a las mismas empresas. El valor promedio de un kilo de basura aprovechada que se paga a los pepenadores es de un peso aproximadamente frente a los cuatro o siete pesos en promedio en que es vendido por los líderes y comerciantes de los desechos a las grandes industrias.

Hemos considerado que el trabajo es un factor importante de la producción y es en este sentido en el que se habla de la no marginalidad de los pepenadores en el proceso de producción de bienes de consumo dado que están integrados verticalmente al sistema con la fuerza de trabajo que aplican a la basura, que es a la vez materia prima y que sin ellos probablemente no tendrían ningún uso ni ningún otro tipo de valor, aunque sí son marginados en cuanto se les niega la posibilidad de valorizar el capital que manejan amén del rechazo palpable que sufren cotidianamente por la sociedad organizada y que los obliga a mantenerse aislados como un clan cerrado y clandestino, oprimido por un cacique legitimado por el mismo Estado.

Este aislamiento no implica una desarticulación hacia el sistema social, todo lo contrario, los pepenadores son trabajadores independientes a destajo que hacen posible una reproducción ampliada del capital y ésta se transforma a la vez en acumulación por parte de los líderes, quienes establecen diversos mecanismos de exacción de valor, principalmente por el pago de cuotas o favores recibidos a través de sindicatos o asociaciones de pepenadores. Tal es el caso de la Unión de Pepenadores de los Tiraderos del DDF de Santa Cruz Meyehualco que a partir de 1984 se mudó a Santa Catarina, en donde está ubicado actualmente, en la que este sindicato tiene una doble función: primero, reproducir y asegurar un flujo constante de mercancías que van dirigidas hacia las empresas industriales: y segundo, establecer y reforzar constantemente un control político hacia la base de pepenadores que asegure, aparte de su trabajo en la selección de materiales, su participación incondicional cuando el aparato político priísta los requiera.

Una visión que pretendiera ubicar el eslabonamiento de la reutilización de desperdicios con el ciclo de circulación de mercancías a través de la articulación de modos de producción con ausencia de lucha de clases y que considerara básicamente las alianzas de grupos o la apertura para negociar entre distintos grupos en un momento determinado, daría una imagen estática del problema ya que deja fuera los conflictos permanentes que se presentan en todos los niveles de las relaciones sociales de producción, negando la dinámica que sigue la articulación de estas relaciones que están influidas invariablemente por la lucha de clases. Es partiendo del concepto de lucha de clases como se puede establecer el papel o la función del cacique urbano, que por un lado sería de tipo económico y por otro político. Esto es, concordamos con que un primordial objetivo del sistema social es el permanente incremento del capital que a su vez propicia tres factores- que le son inherentes-: la creación de una plusvalía, la división en clases de la sociedad y la lucha de clases. Un breve esquema puede ayudarnos a explicarlo más claramente.



La plusvalía aparece en el Esquema No.1 con dos categorías (económica y extraeconómica) que a su vez están relacionadas directamente con las clases sociales y la lucha de clases. La plusvalía económica se vincula estrechamente a las características que definen y diferencian una clase social de otra: poder, prestigio, ingreso, etcétera, y su justificación se encuentra en los valores que son tradicionalmente aceptados por gran parte de la sociedad: ser rico es sinónimo de poder y de prestigio a la vez, mientras que la plusvalía extraeconómica se vincula en el mismo esquema más hacia la lucha de clases, concretamente más hacia la dominación política que, aparte de engendrar diversos tipos de represión y control, se fundamenta en la integración de valores comunes, que existe normalmente por parte de los grupos oprimidos.

En el caso del cacique urbano creemos que es indispensable que primero se dé en éste una aprobación de plusvalía económica que le represente, de acuerdo a su ingreso, un prestigio social que lo distinga del resto de su gremio y lo coloque en posibilidad de influir en la comunidad, incluso por el mismo poder económico que ha alcanzado, y que además al ser aceptado e incluso respetado socialmente como un ser importante fuera del ámbito de su comunidad revierta este prestigio a una representación hacia el exterior de su medio, lo que implica ya un dominio determinado sobre su gente, aunque sea solamente como representante, como canalizador de peticiones, o algo parecido.

Los caracteres del proceso pueden ser separados y vinculados a la vez. Sin embargo, el mismo proceso puede ser observado en sus diferentes fases como un mismo sustrato e influido por diversas condiciones referentes a la modernización y a algunas características particulares de organización social que, pese a todo, conservan entre sí un mismo sentido. Un ejemplo de esto es la simple mención de que la reproducción de la fuerza de trabajo es vital para que pueda fincarse la atávica organización social que se presentaba en los tiraderos de basura y que continúa hoy en las llamadas Plantas de Reciclaje. Pero, ¿cómo es que puede darse la reproducción de la fuerza de trabajo en estos lugares?.

A simple vista parecía inverosímil y hasta denigrante que alguien, cualquier ser humano, pudiera trabajar y vivir en las infrahumanas condiciones en que vivían los pepenadores, sumidos en la basura y desperdicios de la sociedad de donde obtenían su alimento y un medio para sobrevivir , sin embargo, este es su entorno normal y lo defienden y llegarían a cualquier punto con tal de no perder su derecho sobre la basura. Pero tal actitud no es sólo propia del grupo, es inducida y manipulada hábil y arbitrariamente por los líderes y los caciques, quienes utiliza el temor del grupo a perder la basura para asociarlos en su necesidad y usarlos como arma política, además de extraerles una cuantiosa plusvalía que incrementa su poder económico.

Los medios que utilizaba el cacique para reproducir la fuerza de trabajo eran muchos y de muy diversos tipos, desde la coacción violenta o el castigo ejemplar a quien no acatara sus órdenes hasta el regalo del Día de las Madres, la celebración del día de la Independencia, o el viaje anual que organizaba a una playa de Acapulco para más de 3500 pepenadores. Es por ello que consideramos como un elemento indispensable en el análisis de la articulación de los pepenadores con el líder, y a su vez como consecuencia inmediata, con la superestructura social, el estudio de las distintas formas integrativas de los valores que presenta este fenómeno. Para hacer posible la reproducción económica hace falta una integración de los pepenadores que se da principalmente en base a cinco elementos con los que han jugado siempre de manera arbitraria y acomodaticia: el trabajo, el nacionalismo, el deporte, el alcohol y la religión, elementos que son parte fundamental de la cultura popular de estos grupos.

Sería inútil tratar de ver aislada o separadamente unas de otras estas formas integrativas de valores ya que se van ligando y haciéndose cada vez más interdependientes conforme avanza el proceso social. Resulta lógico pensar que los pepenadores logren unificarse e identificarse, incluso con estos valores si consideramos que antes de la llegada de Rafael Gutiérrez Moreno –que mantuvo el control absoluto de los pepenadores y de la basura de la ciudad por más de 25 años- no tenían ni siquiera esas ventajas relativas que de una u otra forma les dan la imagen de una mejor condición de vida y una mayor integración como grupo frente a la sociedad. Es por medio de la manipulación de estos valores de lo que se han servido los caciques para reproducir fuerza de trabajo, aunada también a la violencia y al medio que sufren los pepenadores ante la posibilidad de ser despojados de la basura. En conjunto, estas medidas resultan una especie de terror que es un simple camuflaje o mampara para reproducir el sistema de trabajo.

Aparte de esto debe quedar claro que son ya varias las generaciones que han vivido de la pepena en los tiraderos: abuelos, padres, hijos, etcétera; familias que han establecido todo un estilo de vida en estos lugares. Sin embargo, la población de los tiraderos se alimenta también de obreros lisiados que no pueden trabajar normalmente en una industria: cojos, tuertos, mancos, enfermos; otra parte está formada por inmigrantes del campo que quedan en los basureros como último rincón para sobrevivir en la ciudad; y, algunos más prófugos o fugitivos de la ley que buscan un sitio donde no sean buscados ni molestados.

Con esto no quiere decirse que las nuevas generaciones de hijos de pepenadores acepten su rol y permanezcan ahí sin mayor obligación. Una de las vías de ascenso en la escala social para estos jóvenes pepenadores está en la búsqueda de una integración directa al gobierno como empleados de limpia: barrenderos, voluntarios, macheteros o choferes en el mejor de los casos, trabajos que por un lado les amplíen sus ganancias y por otro les permitan quizá ayudar a sus familias llevando un viaje extra de basura, o evitar que les roben ganancias otros empleados de limpia, que en realidad son los primeros intermediarios directos en el ciclo diario de la basura.

Han quedado establecidos hasta aquí los parámetros teóricos más generales dentro de los cuales consideramos que puede ser analizado el problema de la basura como una auténtica fuente de legitimación de acciones políticas. Dichos parámetros deben ser complementados con todas las descripciones que hay de los diferentes momentos y niveles del tema de estudio, muy en particular sobre el caciquismo urbano. Sin embargo, se debe establecer que todo el proceso aquí presentado, está influido por diversos factores, pero muy primordialmente por la modernización y la tecnificación del sistema actual que seguramente continuará modificando la composición que tiene en este momento.

El maestro González Casanova nos habla de la desaparición del caciquismo con la modernización; Cornelius, del reforzamiento del caciquismo urbano en las capas sociales más bajas; Lomnitz, de la especialización cada vez más completa de estos intermediarios, sí, pero, ¿qué ha sucedido con los miles de personas que han vivido de la basura ?

Los esfuerzos del gobierno por industrializar los desechos sólidos han sido escasos y sin mayor trascendencia. La PIDS (Planta Industrializadora de Desechos Sólidos) que construyera el DDF en 1974 para procesar 500 tons/día de basura dando empleo a poco más de 80 personas fue un fracaso, nunca llegó a trabajar a toda su capacidad, el resto ya es sabido: falta de mantenimiento, rapiña, mala administración, la echaron al olvido. De los 40 pepenadores que sacaron de los tiraderos para darles empleo no quedó ninguno entre los dos primeros meses, las casas que les dieron del INFONAVIT fueron vendidas en partes, puertas, vidrios, ladrillos, muebles de baño, etcétera, y los reportes de la Dirección General de Servicios Urbanos del DDF pedía una labor profunda para enseñar a vivir decentemente a estas personas.

Posteriormente, a mediados de los ochenta, el gobierno de la ciudad construyó ahí un inmenso incinerador que tampoco nunca llegó a operar y posteriormente, con el cierre de los tiraderos de Santa Fe parte Baja, se concesionó la planta a uno de los antiguos líderes de los pepenadores, José Valdés "El Dientón", ex ayudante de Gutiérrez Moreno, quien dirige actualmente una de las tres plantas recicladoras que subvenciona el GDF (Gobierno del Distrito Federal) para que sigan trabajando ahí los pepenadores de los antiguos tiraderos. Aún así las ganancias de la basura son enormes, se estima que tan sólo el Zar de la Basura recibía diariamente cerca de 70 mil dólares diarios de ganancia por su manejo, de los cuales una parte servía para repartirla de muy diversas formas entre políticos, funcionarios de los gobiernos locales y operadores del sistema. Sin embargo, un análisis detallado sobre la potencialidad de uso y negocio de los desechos es un trabajo que aún está pendiente en todo el país.


CONCLUSIONES

La muerte del Zar de la Basura permitió sacar a la luz pública todos los sórdidos relatos y leyendas que se habían acumulado en torno a su persona. En un principio se pensó que con su muerte vendría un desmoronamiento del llamado "Imperio de la Basura", sin embargo, no fue así, las organizaciones de pepenadores siguieron trabajando en forma normal. Rafael, con la Unión de Pepenadores (llamada hoy Unión de Pepenadores Rafael Gutiérrez Moreno), no sólo consolidó su poder, sino que ha permitido reproducirlo aún en su ausencia, lo cual es un claro indicador de la presencia de una organización burocrática formal surgida de un poder carismático que cumplió ya 15 años de consolidarse por cuenta propia.

Entre los pepenadores existen dos opiniones generalizadas sobre la forma en que mataron al líder, una que dice: "es una lástima que se haya ido, él ha sido el mejor líder que hemos tenido y no merecía morir así"; pero existe otra también muy difundida: "no merecía morir así de tranquilito, primero lo debieron de haber arrastrado y humillado por el piso, como perro, tal como nos hacía hacer a los que no estábamos conformes con que nos siguiera robando". Ambas versiones son válidas y reflejan no sólo su contradictoria personalidad sino la limitada visión que tuvo en su desempeño como jerarca de la basura, ya que si bien, una parte de sus esfuerzos los dedicó a proteger a "su gente" y la propiedad de éstos sobre la basura no fue nunca mas allá para entender lo anacrónico que resultan los tiraderos de basura a cielo abierto para la ciudad, o los efectos negativos que causan al ambiente y a la gente que vive y trabaja en estos sitios -alta mortalidad infantil, disminución de la expectativa de vida, alcoholismo, analfabetismo, etc.- y, mucho menos, la imperiosa necesidad de construir un verdadero proceso de modernización en el manejo de los desechos.

Rafael consideraba los tiraderos como zonas de "propiedad privada" en donde no debía entrar nadie sin su previa autorización. Su dominio sobre los tiraderos fue tal que, en Santa Cruz Meyehualco, que comprendía 160 hectáreas de terreno, se recibió basura por más de 25 años sin ningún control de relleno sanitario o de cualquier otro tipo en este período, lo que erosionó completamente el lugar. En 1983 en que se dio el cierre definitivo de Meyehualco, Rafael negoció con el gobierno de la ciudad el traslado de los pepenadores a un nuevo sitio, Santa Catarina, con 64 hectáreas de tierras ejidales, que fueron compradas privadamente y en forma ilegal por Rafael a donde llevó a los pepenadores para seguir viviendo en las mismas condiciones que el tiradero anterior, y aunque hoy una de sus viudas y su hijo manejan el negocio, la idea de propiedad y del control sobre los procesos de la pepena y el reciclaje se mantienen intactos con sus sucesores.

Hoy sabemos que junto a los tiraderos de basura se construían fábricas ladrilleras que utilizaban parte de los desechos para calentar sus hornos; sabemos que se instalaban criaderos de puercos que se alimentaban con los desechos orgánicos; hoy sabemos también que al interior de estos grupos se fueron consolidando algunos liderazgos que, dado el proceso de fortalecimiento del poder político central en base al Partido Revolucionario Institucional (PRI), aunados a la continuidad de un amplio movimiento sindical (SUTGDF) y la presencia del cacicazgo como forma de control y dominación política, son elementos claves en la conformación de los grupos de trabajadores que al paso de los años siguen jugando un papel de freno y retroceso en las nuevas formas de reutilización y disposición final de los desechos que demanda la ciudad. Un ejemplo de ello es el paro de actividades organizado en mayo del 2002 por parte de la Sección Uno del SUTGD, usado como forma de presión política del PRI frente a una administración perredista y cuya única limitante -y por la cual el "paro " terminó en 24 horas- fue la necesidad diaria de atender el negocio de la basura, que permite llevar el alimento para más de 40 mil familias día con día.

En sociedades como la nuestra, la propia verticalidad y autoritarismo del sistema político ha requerido de "Agentes Intermediarios" que implementen las políticas dictadas desde las cúpulas oficiales y que adicionalmente tengan un conocimiento y amplio arraigo de las bases populares, así como el apoyo popular de las mismas. Es por lo anterior que un elemento indispensable para la explicación del caciquismo es el concepto de articulación, ya que por medio de estos intermediarios políticos se liga estrechamente el modo de producción dominante con el modo de producción dominado.

El cacique es el vínculo de conexión y comunicación entre toda una estructura jurídico-política (el Estado) y los beneficios que ésta pueda otorgar (servicios de salud, vivienda, luz, agua potable, despensas alimenticias, escuela, etc.) a los trabajadores, pepenadores en este caso. Es en la articulación de estos dos amplios sectores de la sociedad donde surgen los caciques, que por medio de un grupo de "corifeos" y ayudantes incondicionales organizan la legitimación de la informalidad, imponiendo su voluntad y recibiendo innumerables beneficios económicos procedentes del cacicazgo, mientras que por otro lado representan y organizan a su "sector" frente a los agentes políticos del Estado, sirviendo de voceros y enlace entre la autoridad y la comunidad representada y, algunas veces, trayendo beneficios materiales concretos para la masa de trabajadores.

La metáfora del "reloj de arena" podría servir para explicar el papel del líder en el proceso de selección y pepena de la basura: De arriba hacia abajo está la estructura del Estado en donde todos los beneficios que puede (y debe obligatoriamente) proporcionar pasan por el "cuello" del reloj en donde está ubicado el cacique; éste los recibe, da su beneplácito, se congratula con las autoridades y los administra de tal forma que le permitan fortalecer su poder (real y virtual) político y económico. De manera inversa, en la base del reloj, está el grupo mayoritario de pepenadores, seguidos hacia arriba, pero en menor número, por los encargados de los pesaderos, la maquinaria, los supervisores, los "cabos", etc., luego seguirían los pagadores, compradores y después las gentes más cercanas al líder que ejercen el poder a trasmano y finalmente el líder que es el punto de conexión con las dos esferas del reloj.

Para el líder, el control de los trabajadores le permite comprar los materiales reciclados al precio que él imponga -cuando no es que los forza a regalárselos, como era el caso de la lámina y las latas- para después venderlo con un sobreprecio 8 ó 10 veces mayor a las industrias que reutilizan estos materiales, al mismo tiempo de aparecer ante sus agremiados como el "buen patrón" que les allega los beneficios que otorga el Estado. A su vez, para el gobierno este intercambio fue singularmente fructífero en el momento de las campañas políticas del PRI (grupos de acarreados), las votaciones (votos incondicionales) o, en casos extremos, como grupos de presión o de choque ya sea para romper huelgas, presionar a una dependencia pública o para "hacer bulto" pero con una presencia identificada partidariamente.

Se habla de que por muchos años los pepenadores fueron parte del "pueblo escenográfico" que lo mismo asistía al Aeropuerto Internacional a darle la bienvenida a algún distinguido visitante, que a cantarle las mañanitas al "tapado", a romper la huelga de alguna empresa o como grupo de choque, tal como sucedió con el grupo de los Halcones en 1968, entre cuyos contingentes estuvo uno conformado, casi exclusivamente, por miembros del sindicato de recolectores y de los pepenadores de la ciudad, lo cual para el Estado fue sumamente valioso.

El problema de los cacicazgos es que, muchos de ellos trascienden al líder, y su poder se perpetúa por el carisma ganado por el líder original (Max Weber, 1944) y en el caso de la Ciudad de México, a pesar de que el señor Rafael Gutiérrez Moreno, "El Zar de la Basura", fue asesinado por una de sus 38 esposas en 1987, su liderazgo quedó en manos de sus herederos, -su esposa Guillermina de la Torre y su hijo Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, quien es hoy además diputado asambleísta por el PRI-, y ellos han tenido buen cuidado de salvaguardar los intereses económicos y políticos que representa el manejo de los pepenadores de la capital hasta la fecha.

Carlos Hank González decía que "un político pobre es un pobre político" y, más recientemente, el senador panista Diego Fernández de Cevallos externaba sus recomendaciones a un grupo de jóvenes estudiantes que desean incorporarse a la política para pedirles que no dependan de sus ingresos en la política, o sea, que cuenten ya con una suma considerable de dinero para, según él, "no pervertir el sentido de la política", situación en la que encajan perfectamente los herederos del desaparecido cacique si eso fuera lo más indispensable que necesita un político para poder salir adelante.

Técnicamente no debería ser tan difícil instalar más y mejores sistemas sanitarios de recolección y disposición de desechos, pero los miles de pepenadores y trabajadores del servicio de limpia que viven y trabajan de ello, temen por lo que es la única fuente de sobrevivencia que ellos conocen en un mundo que en apariencia no los quiere, no los reconoce y que creé que no los necesita. El manejo de la basura genera muchas fuentes de empleo, para ellos, para sus familiares y allegados, para las fábricas que dependen de su trabajo y, se quiera o no reconocer, desarrollan un trabajo que, aunque marginal, es útil y apoya a la ecología y al ambiente.

El tema del cacicazgo es un tema vigente en nuestra sociedad, su combate y control son temas de actualidad en la agenda pública. "Nunca falta el empresario, el ganadero, el sacerdote, el líder que quiere imponer su voluntad [...] hay cacicazgos de todo tipo y muchas veces, aunque se hacen asambleas comunitarias, quienes quieren imponer los proyectos que les convienen a ellos de manera particular son los caciques. Romper eso es lo más difícil", señaló el encargado de enlazar el trabajo de 14 secretarías de Estado vinculadas al principal proyecto de Vicente Fox para combatir la pobreza, el Programa Nacional de Atención a 250 Microrregiones.

Por ello, el principal reto que queda actualmente es revertir la impunidad que otorgaba un Estado construido sobre la base de un corporativismo y clientelismo como base de su fundamentación política, para instalar en forma definitiva un Estado de Derecho que regule y ponga límites a los abusos que genera el poder caciquil. Hay un mensaje oculto en todo esto, pero falta saber si habrá alguien capaz de poder descifrarlo en beneficio de la ansiada modernidad política del país.








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